Bitácora

La motivación del entretenimiento y su valor social

La economía nos cohesiona, pero también el ocio, de ahí que necesitemos la motivación del entretenimiento más que nunca en la vida.

11 Jul, 2021

Sentimientos de identificación, pertenencia y alegría, son ojetivos de la motivación del entretenimiento.

Días extraños los que ocurren tras el campeonato del Cruz Azul en tiempos de emergencia sanitaria, con variantes del coronavirus montando una tercera ola entre acusaciones y negaciones de creencias, prejuicios, dogmas y repeticiones. Tiempos nunca antes vistos en el desarrollo de las sociedades del mundo gracias al potencial globalizador del neoliberalismo: no sólo somos mucha más población, sino que hay más gente viviendo mejor hoy que hace unas décadas. La economía nos cohesiona, con todo y los desequilibrios o abusos propios de la naturaleza humana, pero también el ocio, de ahí que necesitemos la motivación del entretenimiento.

Así, de la mano del desarrollo global se ha exponenciado la oferta televisiva con el futbol como uno de sus pilares fundamentales, gracias a su alcance y poder de motivación del entretenimiento. No es nada más ser aficionado de tal o cual equipo nacional, sino ser espectador de ligas europeas y volcarse en copas o torneos donde todos, sin importar geografías, se hacen una sola masa que disfruta, discute o festeja frente a la pantalla. Ningún deporte tiene ese poder de homologar a tantos alrededor de un balón, ni de consumo.

Playeras, jerseys o remeras, llámenlas como quieran: son dinero para equipos y federaciones que, ante el enorme nivel competitivo de la industria, requieren de estrellas en la cancha. Idiotas e ingenuos los que acusan salarios exhorbitantes: ellos son lo mejor entre lo mejor, pieza fundamental en el engranaje de una economía que brinda sustento a millones, así como razones para sonreír, brindar y convivir. Porque la gente compra en supermercados y va a restaurantes, organizan carnes asadas o preparan hot dogs y hamburguesas. Si Cristiano Ronaldo retira la botella de Coca-Cola de la mesa en una conferencia de prensa, lo hace por su propia imagen, pero si recomienda beber agua, esa misma se las venderá Coca-Cola. Eso sí, no tendrá ningún problema en recomendarles comprar pollito KFC, del cual es imagen. Dios bendiga al coronel Sanders y las apps de compra de Rappi, Uber Eats o Domino’s.

Todos vestimos, calzamos, compramos, jugamos videojuegos y comemos. Y tenemos televisión para ver futbol y ser partícipes de la motivación del entretenimiento que además consolida aspectos de identificación o pertenencia. Como la afición del Cruz Azul que estalló en júbilo porque tras 23 años de sequía (términos de cronista deportivo que dan risa), los cementeros se alzaron con la copa de la liga mexicana. Gritos de euforia y festejos al por mayor muy a pesar de la pandemia, porque la gente necesita motivos para estar feliz, para «echarle garra» o «volar alto» o como diablos hagan sus correspondientes aficiones. 

Calidad de vida y entretenimiento

Ha prevalecido el contexto peyorativo de la frase del poeta Juvenal en Las Sátiras, panem et circenses, literalmente «pan y espectáculos del circo», que describe la práctica de un gobierno de mantener tranquila a la población u ocultar controversias proveyendo alimento y entretenimiento con criterios asistencialistas. Pero el futbol va mucho más allá, pues resueltas las necesidades básicas para una gran mayoría, la motivación del entretenimiento se vuelve un motivo de orgullo nacional, de sensación de bienestar y esperanza.

Prueba de ello es el spot que lanzó la Asociación del Futbol Argetino (AFA) tras la victoria de su selección en la Copa América ante Brasil en la propia casa del anfitrión, el estadio Maracaná en Río de Janeiro. Lionel Messi, capitán del equipo, héroe de Argentina, llevando al éxtasis a todos. Magistral producción con selección de imágenes y música épica de fondo, usando un juego de palabras con el apellido de Lio: «messiento campeón», «messiento orgulloso», «messiento bendecido por Dios» (con la inclusión de Maradona justo en ese punto, obviamente). Al carajo la crisis económica sin control, una pandemia que no cede y cuanta cosa aqueje a los pibes: todo argentino siente con sinceridad ese «messiento campeón, carajo».

¿Su sangre italiana ardió con la victoria de la Azurri ante Inglaterra en Wembley aunque fuese en tanda de penaltis? Bien, destapen su agua mineral San Pellegrino y disfruten una pasta de La Molisana comprada en Superama; o si su sangre inglesa sufrió ante la derrota, sazonen esas papas con una salsa Worcestershire de Crosse & Blackwell fabricada en México por Nestlé y comprada en Sam’s Club, ambas empresas propiedad de Walmart y cuya planta laboral en México y Centroamérica tiene alrededor de 230,000 empleados. A sufrir por la lesión del Chucky Lozano ante la selección de Trinidad y Tobago en un partido molero, aunque por fortuna el mexicano, cuyo valor en el mercado del futbol es de 45 millones de euros (muy bien pagados por el Nápoles), se encuentra bien y no pasó a mayores. 

A divertirse, a cobrar o pagar apuestas y a tener días de júbilo o simple convivencia en domingo. Pobres ingenuos los que critican al futbol: que ruede el balón en una cancha es una de las formas en las que las sociedades modernas sobreviven y aspiran, al menos, a tener un agradable rato en casa a pesar de todo. Las aficiones lo saben y los villamelones también, todos contribuyendo decididamente a que sigamos adelante unidos por la motivación del entretenimiento. Qué gran tiempo para estar vivos. Aún.