La importancia de la ciencia neoliberal y sus beneficios sociales
Bromeo con lo de ciencia neoliberal, una frasa de la señora Álvarez-Buylla, peón de la demagogia que antepone ideologías a los datos.
¿Ciencia neoliberal o ideología trapiche?
Lo dice la Unesco: La ciencia ofrece soluciones para los desafíos de la vida cotidiana y nos ayuda a responder a los grandes misterios de la humanidad. ¿Pero y la ciencia neoliberal? Ah, esa es amor.
Los símbolos son relevantes, y si bien establecen una relación de identidad, su valor o anquilosamiento depende de lo que evoquen. La historia mexicana es tan compleja como su geografía (ni qué decir de la orografía), por lo que la única manera posible de unificar a lo largo de la historia ha sido a través de símbolos.
El problema es que son sinónimo de derrota, de abnegación y sufrimiento, apuntalados con una entendible pero inexplicable fe en un ser celestial cuya santa madre (morena, para no errar con las mayorías), es la «patrona» de México. Y la «patrona» da la orden, sin que haya argumento ni lógica que puedan contrarrestar la fuerza de las hordas.
Ya vimos cómo el lumpen en Venustiano Carranza, Chiapas, quemó la sede del Ayuntamiento y se entregó a una zafia faena saqueando, prendiendo fuego a vehículos, etc.
¿El motivo? La idea de que el COVID-19 no existe y que el presidente municipal había ordenado un ataque químico a la población usando un dron. El personal médico del lugar simplemente huyó: si se enferman, que sea su problema.
Y esa gente vota, opina y anda suelta en la calle
Pero tienen un valor electoral como masa, dolosamente explotada por impresentables como López, quien ama las giras por el país porque su fortaleza está en esas jornadas cargadas de dichos y frases propias de idiocia. ¿Y la ciencia neoliberal?
Por supuesto que bromeo con la frasa acuñada por la señora Álvarez-Buylla, peón de la demagogia que antepone ideologías a los datos y la fe al conocimiento. Topo Gigio tendría más visión.
Viene bien el término porque la ciencia neoliberal es, entonces, aquella que en su búsqueda por la transformación y mejora de la sociedad, sabe el valor del trabajo y la riqueza que genera (en todo sentido). Agricultura, arquitectura, ingeniería, mecánica, medicina, sistemas, robótica. Tanto por explorar y ver, garantizando nuevas generaciones de entusiastas, inversionistas, empresarios, exploradores.
Los hay, claro, pero sin presupuesto. Abandonados como su ingenua ilusión de una transformación positiva, no de un retroceso a los símbolos de un pasado desvencijado. Los símbolos de la pobreza emparentados a los próceres de la patria, añejos, carentes de significado en un mundo que se maravilla con una nueva misión de la NASA en un cohete de SpaceX.
Contrastes que nutren
En San Cristóbal de las Casas abre sus puertas el Centro de Textiles del Mundo Maya, exhibiendo una colección hermosa de vestidos, tejidos y objetos de todas las regiones mayas. Recuerdo a una de las guías, oriunda de San Andrés Larráinzar, ataviada según los usos y costumbres de su etnia. Muy sonriente y platicadora.
Después de un recorrido, vi que salió a un pasillo con una compañera suya. Ambas se pusieron a echar chisme en tzotzil entre risas y cotorreo. Mientras charlaban con desenfado, una de ellas sacó de un bolsillo de su vestido un teléfono de última generación: un Samsung Galaxy de pantalla grande. Respondió unos mensajes y siguió en lo suyo.
La escena me encantó: ¿quién dice que usos y costumbres están peleadas con la tecnología? La mujer indígena con su vestido bordado viviendo sus costumbres, pero adaptándose a la globalidad. Podría aprender con cursos en línea, leer libros, vender sus productos a través de Amazon o Mercado Libre, o simplemente usar Facebook, ser vlogger en YouTube y compartir lo que a ella le gusta, sea en español o en tzotzil.
Hay contrastes que nutren, como su identidad cultural sólida, pero que aprovecha recursos comunes disponibles para todos: un teléfono celular e internet. Una indígena orgullosa, insertada en el bendito neoliberalismo. Y todos contentos.
No me digan que la gente es como es por falta de oportunidades. Con ayuda o sin ayuda, siempre las hay, aunque sean mínimas, para modificar, mejorar, crecer.
Duele mucho la pobreza. Pero más que la económica, la de espíritu.