Opinión

El carbón azul y su importancia para el medio ambiente

3 Jul, 2021

¿Has escuchado hablar del carbón azul?

La importancia del carbón azul es fundamental para el sistema climático del planeta. Y éste nos remite a la inmensidad de los océanos.

Se asomaron al estrecho de Behring, y en todas las épocas y océanos, declararon la guerra perpetua a la más poderosa masa animada que ha sobrevivido el diluvio, la más monstruosa y la más montañosa; ese himalayano mastodonte de agua salada, revestida de tal portento de poder inconsciente, que sus mismos pánicos han de temerse más que sus valiente y malignos asaltos.

Así narra Herman Melville en su novela publicada en 1851 titulada Moby Dick, la trágica historia del ballenero Essex, que en el año de 1819 zarpó del puerto de Nantucket, Massachusetts con rumbo al Pacífico sur para emprender un viaje de más de un año. En su novela, Melville narra la historia de un cachalote de inimaginables dimensiones, al cual, el primer oficial Owen Chase describió como sediento de sangre humana.

Los océanos aún guardan secretos por descubrir y estudiar. Tan solo sus islas, unas 2,149 distribuidas a lo largo del globo terráqueo, representan el 6.3% de la superficie emergida del planeta y sobre la cual habita el 10% de la población mundial; en ellas aun encontramos relatos que rayan en lo inverosímil.

Uno de estos relatos lo protagonizó el misionero cristiano estadounidense John Allen Chau, quien en 2018 viajó al archipiélago de Andamán y Nicobar en el océano Índico para visitar la isla Sentinel, de tan solo 59 km2, habitada por la tribu sentinelesa. La isla permanece aislada del mundo y se cree que sus pobladores actuales son descendientes de los primeros colonizadores que llegaron a la isla hace 60 mil años. Se desconoce que tipo de idioma hablan. El sueño del misionero estadounidense era convertir a la tribu al cristianismo, sin embargo, todo terminó para John cuando, al momento de pisar la playa, una flecha atravesó su biblia para impactarlo y herirlo de muerte.

El sistema climático y el carbón azul

Mas allá de estas historias difíciles de creer, los océanos forman parte de la hidrósfera terrestre que encierra la totalidad del agua presente en el planeta en cualquiera de sus estados físicos; junto a la atmósfera, litosfera, criósfera y biosfera, la hidrósfera es uno de los cinco elementos que integran el sistema climático del planeta. La actividad humana responsable en gran parte de la emisión de gases de efecto invernadero está generando un desequilibrio en la interacción de los elementos del sistema climático, y estudiar los océanos representa un punto clave para la generación de conocimiento más preciso sobre la evolución del sistema hacia el futuro.

La temperatura media del planeta es de 33 °C, alcanzada por la presencia de gases de efecto invernadero (GEI) que absorben y emiten la radiación infrarroja desde la atmósfera hacia la superficie terrestre: sin la presencia de gases como el vapor de agua y CO2, presentes de forma natural en la atmósfera, la temperatura del planeta caería a un rango de -18 °C. Los GEI no condensables y de larga permanencia como son el metano, óxido nitroso, halocarburos y el odiado CO2, son los responsables de impulsar el efecto invernadero.

¿Que relación tienen los GEI y la emisión de CO2 con los océanos?

Las emisiones de CO2 por la quema de combustibles fósiles a nivel mundial alcanza las 485 kilotoneladas anuales, México coopera con 7,994 kilotoneladas al año. Como la ley de conservación de la materia dice que ésta no se crea ni se destruye, sólo se transforma, perdiendo en el proceso de transformación sólo un pequeño porcentaje de energía que se libera en forma de calor, esas 485 kilotoneladas de CO2 tienen que ir a algún sitio.

Como parte de lo servicios ambientales que el océano brinda a la vida del planeta, sus aguas capturan el CO2 presente en la atmósfera con la intervención de microorganismo autótrofos (organismos que elaboran su propia materia orgánica a partir de sustancias inorgánicas de las que se nutre) conocidos como fitoplacton, y la ayuda de la luz solar, transformando mediante la fotosíntesis el CO2 capturado en oxígeno que liberan a la atmósfera. Más del 50 % del oxígeno presente en el planeta es producido por los océanos y el 83 % del carbón global completa su ciclo a través de ellos.

Pero los océanos no solo capturan y procesan el CO2, también lo almacenan. Para referirse al carbón capturado en la masa oceánica se emplea el termino carbón azul, y a los sistemas marinos costeros que lo capturan y almacenan se les define como ecosistemas de carbón azul. Este gran gesto de los sistemas marinos contribuye enormemente en la lucha contra el calentamiento global.

Los lechos de pasto marino, los manglares, marismas y humedales (gracias, Dra. Sheinbaum por destruir el último humedal de la ciudad), representan menos del 2% de la cobertura oceánica, sin embargo, estos sistemas de carbón azul tienen la capacidad de capturar y almacenar cerca del 50 % del carbono contenido en los sedimentos de los océanos. De acuerdo a estudios realizados, se observa una capacidad de captura hasta cuatro veces superior al compararlos con bosques tropicales y el periodo de almacenamiento puede alcanzan los 8000 años.

El problema humano

Pero, como siempre, los humanos venimos a darle al traste. Qué padre suena la autosuficiencia energética: construyamos una refinería y destruyamos un manglar. El crecimiento de las ciudades costeras que extienden sus límites hacia el mar, el establecimiento en estos ecosistemas de granjas piscícolas, los derrames de petróleo y la erosión de los suelos, entre otros factores, están acelerando la pérdida de los ecosistemas costeros. ¡Los manglares solo representan el 0.7 % de las costas a nivel global!

Los sueños nacionalistas de producir nuestras gasolinas y destruir ecosistemas contribuyen a una taza de pérdida anual del 2 %: al morir o desaparecer un manglar, se transforma de receptor a emisor de CO2 y otros GEI. Se estima que su pérdida es responsable de cerca del 10 % de emisiones por deforestación. Los marismas y ecosistemas pantanosos que están ubicados por debajo del nivel del mar cubren 140 millones de hectáreas a nivel mundial; su desaparición tiene un ritmo entre 1 y 2 % anual, y actualmente se estima que la pérdida del 50 % de los pantanos. Con la desaparición de los marismas, las 200 millones de toneladas de CO2 capturado en sus suelos corren el riesgo de ser liberadas a la atmósfera.

La incansable actividad humana arroja anualmente un nivel de 3 gigatoneladas de CO2 a los océanos, lo que provoca la acidificación de sus aguas, la muerte de especies y la desaparición de sistemas marinos. La pérdida de los ecosistemas de carbón azul puede modificar de forma violenta el sistema climático del planeta al pasar de sistemas receptores a emisores que contribuyen al aceleramiento del calentamiento global. 3600 millones de años atrás se originó la vida en los océanos: si queremos permanecer en este planeta, es momento de cuidarlos.