Un buen contador da tanta paz como tener a Dios de tu lado
Para ti, contador, el de los numeritos.
Por Elsa Diez Barroso. Twitter: @mirdibah
Todo empezó 6 mil años antes de Cristo. Una mañana, un sumerio muy perspicaz pensó: tengo 7 borregos, 2 más que el año pasado. ¿Por qué? ¿Cambiaré el excedente por comida? ¿Los pondré debajo de mi estera? Y decidió que, como buen contador, mejor lo anotaba en una tablilla de arcilla.
En realidad, no sé si comenzó así, pero ése es uno de los primeros registros contables que tenemos y, por tanto, consideramos que ahí inició la historia de la contabilidad. También usaban unas bolitas de arcilla, que se llaman bullas, en las que dibujaban animales.
Y aunque bien pudieron usarlas para aventárselas a sus amadas como regalo y decir «tu piel me recuerda a la de las cabras bezoares», en realidad eran contratos en los que ambas partes firmaban, mientras en el interior guardaban pequeñas piezas que representaban las cantidades. O sea: tokens.
Así que quizás la poesía surgió primero al mirar el azul del cielo, y la música fue innata porque sentíamos el ritmo del corazón, pero lo que más le urgía al ser humano era contar. Contar qué tenía, qué le faltaba, cuántos eran, contar estrellas, animales, personas.
Contar para ordenar, ordenar para entender y entender para sobrevivir porque luego llegaron los impuestos. Pagar el derecho de piso era cosa de vida o muerte porque el tributo era lo que aseguraba que no te echaran a la vida salvaje, a merced del hambre o los enemigos.
Y seguimos llevando las cuentas con cuerdas, hilos, ábacos y demás objetos, hasta que un italiano llamado Lucas Pacioli escribió un tratado sobre teneduría de libros y el sistema doble: o sea, el debe y el haber para nosotros los legos.
El primer contador, el protagonista de la historia
En México, las clases de teneduría de libros se impartieron oficialmente hasta 1845, en la calle del Ángel, hoy Isabel la Católica, pero con la invasión estadounidense se suspendieron. Fue Santa Anna quien ordenó que se reanudaran con un plan de estudios que incluía:
Economía política, inglés, francés, alemán, perfeccionamiento del castellano, legislación mercantil, geografía aplicada y dibujo de planos, entre otras finezas. Pero en realidad, lo que quería contar es que fue hasta 1869 cuando se creo la Escuela Superior de Comercio.
Y, entonces, en 1905 surgieron las carreras de Contador de Comercio, Actuario y Profesor de Escuelas Superiores de Comercio. Mi protagonista sale aquí: Fernando Diez Barroso. El 25 de mayo de 1907 presentó su examen profesional con el tema: Los Bancos Hipotecarios.
Y se volvió el primer contador titulado del país. Además, estaba convencido de que los problemas de México podían arreglarse con leyes y buenas finanzas, así que formó la primera Asociación de Contadores Públicos y escribió el primer libro de Sistemas Modernos de Contabilidad.
De ahí surgió un linaje de gente que puede o no parecernos interesante pero que le da forma a la economía y las finanzas en pequeña y gran escala. Tener un buen contador da tanta paz como tener a dios de tu lado: igual te van a atorar pero con su ayuda quizás alcanzas reembolso.
Así que feliz día a los contadores, feliz día los señores y señoras de los numeritos y feliz día a mi papá, otro Diez Barroso, a quien decepcioné al no ganarme la medalla que lleva el apellido familiar, pero a quien lleno de orgullo cada año por mis perfectas declaraciones.
PD.: No le pongan tilde a Diez, que nos enojamos mucho.