La esperanza es lo último que se pierde, aún cuando todo está perdido
La esperanza está en nosotros.
El refrán todos lo conocemos y todos lo hemos dicho: La esperanza es lo último que se pierde (o que muere). ¿Pero cuál es su origen?
Ah, la esperanza, ese rasgo tan propio de nosotros los humanos.
El refrán todos lo conocemos y en algún momento lo hemos dicho: La esperanza es lo último que se pierde (o que muere). ¿Pero cuál es su origen?
El asunto tiene que ver con la mitología griega, en una historia con intrigas y pleitos en las que figura (para no variar) Zeus.
Se atribuye al titán Prometeo la creación de los seres humanos a partir del barro de la Tierra. Con más exactitud, de los varones.
Suena conocida la historia, ¿no?
Prometeo realmente intentaba ayudar a los hombres, de ahí que robó la chispa del taller de Hefesto y Atenea para dársela a los humanos y que así disfrutaran de los beneficios del fuego sagrado.
Después el acabóse: aconsejó a los hombres que en los sacrificios de animales en honor a Zeus, ellos aprovecharan la carne y nada más quemaran para el dios pellejos, grasa y huesos.
Zeus estaba furioso, ¿quién se creía ese Prometeo? Así que planeó crear un mal a la humanidad para vengarse de aquel dadivoso insufrible.
La venganza de Zeus
Zeus ordenó a Hefesto la creación de Pandora, la primera mujer en la Tierra, quien recibió de cada uno de los dioses algún don.
Así entonces, la mujer casó con Epitemeo, hermano de Prometeo, y quien se dice no era muy listo que digamos.
Zeus le dio un presente único a Pandora: una hermosa caja fabricada en el mismo cielo, sin revelar qué es lo que había dentro.
Y Pandora, oh mujer de irrefrenable curiosidad, la abrió para ver su contenido. Tan pronto como levantó la tapa de la caja, fueron liberados todos los males que aquejan a la humanidad.
Al darse cuenta, Pandora rápidamente la volvió a cerrar, quedando al fondo del recipiente un solo rasgo que, por fortuna, permanece guardado: la esperanza.
Según su etimología, Pandora significa «la que da todas las cosas», y vaya que lo hizo sin tener conocimiento de la treta de Zeus, que sería muy dios inmortal, pero también un egoísta fifí.
¿Pero por qué tenemos esperanza?
¡Ah! Ese optimista sentimiento basado en la expectativa de resultados favorables que siempre nos acompaña.
Pero también uno que nos hace esperar confiados, abrigar deseos con anticipación y, a veces, haciéndonos inmóviles, olvidándonos de crear nuestra suerte con nuestras propias manos.
Se lucha porque se puede, porque es posible. El resultado de esa lucha ya es lo de menos. Aún cuando todo está perdido.
La esperanza está en nosotros, literalmente.