Envejecer con dignidad: ya no estás en edad de hacer eso
Ustedes ya no están en edad de hacer esas cosas.
Tengan dignidad, de favor.
¿Ustedes planean envejecer con dignidad?
A veces me lo dicen en redes sociales: ya no estás en edad de hacer eso, deberías envejecer con dignidad. No pasa nada, es esperada la frase, pero me puso a reflexionar en la misma.
Lo obvio es que siempre será expresada por personas notoriamente más jóvenes, pero justo aquí es donde comienza lo interesante.
Recuerdo que durante la infancia o juventud, la edad era un tema muy relevante: dos o tres años de diferencia eran demasiado, aunque sabemos muy bien que esa falta de compatibilidad o entendimiento se diluye en la edad adulta. Luego es irrelevante.
Un asunto de percepción.
Envejecer con dignidad es una expresión que asocio con la frase «ya estás grande». Me sigue dando mucha risa cuando uno amigo se la dice a otro poniendo en evidencia una tontería cualquiera. Amigos que, por cierto, mucho o poco, han madurado. No es halago.
La madurez es un concepto íntimamente ligado a la personalidad y a la edad, a un tema de identificación con las etapas de la vida que antes eran fronteras claras e insalvables.
Valga la expresión: los padres de familia de antes se veían como tal en todo sentido. Les decíamos señor o señora en automático. Dicen que por respeto, pero no, era la observación de esas fronteras de percepción cotidiana. Los papás venían con su ajuar y sus hábitos.
Hoy, un amigo de unos 50 años, padre de tres y orgulloso abuelo, conserva una actitud adolescente que lo lleva a cantar como colegial canciones de Timbiriche, y al mismo tiempo es un experto en artes marciales que podría matarte a golpes, literalmente. No ajusta al modelo pues.
A ojos de mi amigo Felipe, su abuela siempre tuvo 80 años y siempre la vimos exactamente igual, porque así debía ser: las abuelas se tenían que ver como Sara García.
Hoy Maribel Guardia, abuela de 61 años, posa en bikini en la playa o Cher, de 74 años, sigue cautivando como una reina del show business. No es nada más un asunto de apariencia sino de actitud, aunque claro que al ser figuras mediáticas, se cuidan físicamente e invierten tiempo y dinero en ello.
El ejemplo típico para los hombres es Mick Jagger, un licencioso al que ¿qué diablos le van a decir de envejecer con dignidad? Podría ser una excepción por su vida de celebridad rockera, pero si bien tiene una genética de notable resistencia, la clave está en la actitud que tiene.
Las redes sociales democratizadoras.
Las discusiones entre centennials, millennials, gen X y boomers son el reflejo de esos deberes perceptivos en donde unos urgen a otros mantener sólidas fronteras mentales, motivados por la identificación.
Unos dirán que son muy jóvenes y llorones, otros que son unos viejos ridículos, todos contra todos señalando generalidades entre sectores generacionales. Todos con un punto de razón y las risas nunca faltan, eso sí.
¿Pero por qué no se han percatado de que esas fronteras entre generaciones fueron barridas por las redes sociales? ¡Son el fenómeno más relevante de nuestros tiempos!
Tienen la inigualable cualidad democratizadora en la que todos accedemos a información u opinamos de forma directa ante lo que sea y con quien sea. ¿Fundamentos? ¿Preparación? Son opcionales.
Al mismo tiempo son un vehículo para interactuar con gente con la que antes habría una probabilidad cercana a 0% para entablar una conversación, ya no digamos tener una amistad (las hay en redes, aunque no lo crean).
La trama se complica para envejecer con dignidad.
La grave confusión con la madurez es que creen que se trata de inteligencia, cuando en realidad sólo se refieren a comportamiento.
Durante la niñez sí existe un desarrollo cognitivo, una maduración lógica que en cada etapa que va sumando al pensamiento a través de juegos o rutinas.
Nada más que ese pensamiento es, a mi modo de ver, meramente operativo, permitiéndole funcionar en el mundo que le rodea, pero sin tener un gramo de inteligencia.
Ese entrenamiento perceptivo (porque es eso) incide en la personalidad que construye cada niño. La mala noticia es que envolverá la esencia del pequeño y, lo más probable, es que la atrofiará por el resto de sus días.
Debes hacer, no debes hacer, estás obligado a, elige esto, elige aquello. Yo a tu edad hacía, tú a tu edad deberías, haz carrera, sienta cabeza…Modelos de comportamiento, no de razonamiento. Si son así, no los culpo, todos quieren «ser alguien».
Una personalidad real se construye al compás de una esencia nutrida con el pensamiento y la actitud. La inteligencia es notoria y la estupidez también, pero la inconsciencia se ve a kilómetros de distancia.
Lo incuestionable es que nadie envejece con dignidad, porque tal programa biológico es excesivamente cruel. No tengo problemas en que la vida se acabe cuando tenga que ser, Cartaphilus sabía que 80 u 800 años daba exactamente igual, ¿pero por qué la atrofia muscular, las enfermedades o achaques? ¿Y todavía le agradecen a Dios? Vaya cosa.
Si hoy me gusta hacer el ridículo con mi suéter navideño, es por puro gusto. Me gustaría vivir 300 años nada más ver y conocer, pero la esencia seguiría siendo la misma. Y quién sabe, con algo de suerte podría ser testigo de la destrucción final del planeta.
Si se da la ocasión, les prometo que usaré el mismo suéter.