Bitácora

La necesidad de creer: una cualidad innata, a veces ingrata

¿Creer o no creer? En la comprobación está el dilema.

Dime en lo que crees y te diré qué necesidad tienes.

27 Nov, 2020

¿De dónde surge la necesidad de creer?

La necesidad de creer es una cualidad innata en el ser humano, se sabe. Y eso en sí mismo no representa un problema, aún cuando se enrede en infinidad de culturas donde se pierde el hilo de lo objetivo entre ritos, costumbres e identificación.

Un buen potaje donde se mezclan emociones y sentimientos y cuya preparación puede variar sus ingredientes, aunque el resultado es el mismo: un plato que llena el apetito, nutre y sabe bien (o no).

El enigma sin respuesta encierra en sí mismo la necesidad de saber, pues, ¿de dónde venimos y a dónde vamos? 

Entre mis amigos, el más sabio de ellos ha hecho énfasis en la primera parte de la pregunta: ¿por qué nos preguntaríamos de dónde venimos? Sí, de mamá y papá obedeciendo al instinto, pero hablando en general del Homo sapiens.

El a dónde vamos tiene cierta lógica, pero la cuestión inicial no, a menos que se compruebe que nuestros primeros antepasados hayan llegado aquí desde otro punto de los confines del universo, o que se hayan materializado en la construcción de un sueño compartido entre Adán y Eva.

Hay una programación.

El problema de creer comienza con nuestra propia especie, porque realmente ignoramos por qué estamos aquí.

O somos parte de un proceso cósmico que funciona de forma automática o un ser superior (como quiera que sea) decidió crear un modelo nuestro (con sus previas experimentaciones). O ambas.

La naturaleza nos maravilla con su permanente transformación y/o adaptación, lo que demostraría a ojos de muchos creyentes que existe un creador. La mala noticia es que ni lo más extraordinario de ésta es prueba contundente en favor de una deidad cualquiera.

Si van a repelar con la pregunta de «¿y entonces quién fue?», obviamente no lo sé, no sean simplistas.

Puede ser que exista un Dios (con el nombre que gusten y manden), o puede ser que no. Lo mejor del caso es que esa cuestión también es total y completamente irrelevante.

Así como tampoco tiene caso preguntarse sobre su necesidad de crear esto que somos y lo que nos rodea. Cualquier respuesta queda en suposición y no es útil: simplemente programó, diseñó y presionó “Enter”.

Dios lo hizo, pero ese es su problema.

No tengo inconveniente alguno en aceptar y hasta coincidir que hay un creador, pero eso no implica que tenga la necesidad de creer en él, ella, elle, ello, xllx.

Por otro lado, es incuestionable que el universo entero es un gran programa general en funciones, conteniendo subprogramas entre galaxias, sistemas solares, planetas, etc. Cada uno ejecutando su código e interactuando conforme a sus características.

¿Y? Pues nada. ¿Qué diablos tendría eso que ver con la necesidad de creer?

Ningún ser humano con un óptimo funcionamiento tiene la necesidad de creer: lo hace y punto, con base a lo que ha podido comprobar, entender, constatar, analizar, meditar.

Si adoptan condicionamientos ante cualquier fenómeno y desarrollan una respuesta idiosincrática, nos son muy diferentes al experimento de la superstición de la paloma.

Ni tenemos una misión en la vida, ni somos únicos ni diferentes ni nada. Pero sí tenemos, aunque sea mínima, la posibilidad de mejorar en lo individual a la luz de la razón (para empezar).*

Comprueben por sí mismos y regocíjense por la mera posibilidad de cuestionarse todo, de preguntarse si es posible hacer de nuevas maneras. Si pueden, tampoco es a chaleco, ni Dios lo mande.

¿Pero la necesidad de creer? No sean como la paloma, o siempre dependerán de alguien más para recibir migajas de pan.

*No aplica para dogmáticos ni gente estúpida. Consulte términos y condiciones. Vigente hasta que el cuerpo aguante.