Bitácora

Para elevar el debate, primero dejen de hacerle caso a gente estúpida

¿Elevar el debate en redes sociales? Eso no funciona así. Los medios digitales son una herramienta fabulosa, pero no sirven para eso.

29 May, 2021

¿Quiénes son ustedes para decir que hay que elevar el debate?

¿Elevar el debate? ¿En redes sociales? No, eso no funciona así. Los medios digitales son una herramienta fabulosa por la rapidez de los intercambios de ideas, pero si en verdad lo que quieren es elevar el debate, primero dejen de hacerle caso a gente estúpida. Eso incluye, por supuesto, a los que dicen que «hay que elevar el debate».

La inteligencia es por sí misma y se refina de muchas maneras, coincidiendo con otros que dan la bienvenida a la calidad de reflexiones, conversaciones, información y buen humor. ¿No conocen acaso la frase que dice «Dios los hace y solitos se juntan»? Bueno, he ahí.

Aunque también eso mismo pasa con la estupidez, cuya vasta variedad de expresiones y formas reside en la oscuridad de la sinrazón, la inconsciencia por sí misma. Nada se puede extraer de un individuo así, salvo las funciones básicas de interacción social y laboral. Pero también se juntan. Y peor, votan.

Al inconsciente no se le procura extirpar de la oscuridad: se le guía en lo que es físicamente posible, con insistencia y repetición, como también se le limita en lo podría ser peligroso para sí mismo o los demás. Un estúpido común puede ser simpático y hasta tu cuate, ¿pero cómo es un estúpido con poder? Vean a Andrés Manuel López Obrador y ustedes digan cómo va eso.

A elevar el debate

El menudo problema al que se enfrenta la democracia es que se deben garantizar derechos y obligaciones, mantener la paz y el orden social, otorgando condiciones de seguridad en las que se desarrollan las actividades económicas con libertad y se procura bienestar. Se necesita mucha preparación y estudio para la administración pública, como también dinero. Mucho dinero.

Hay contextos y escenarios en los que, para que eso ocurra, primero hay que actuar con fuerza de choque: ocasionar un cisma que debilite y, en el mejor de los casos, exhiba y deje de lado atavismos, corruptelas, mediocridades, lastres ideológicos para que, entonces, se tome partido: o estás aquí o estás allá.

López provocó un cisma sin querer, y es algo muy de agradecer. Porque gracias a la división generalizada y a las acusaciones que lanza una y otra vez desde el púlpito en Palacio Nacional, sabemos a quiénes sí vale la pena escuchar y considerar: todos aquellos que se le opongan a él y a su caterva de serviles mendaces. Los ignorantes e ilusos ayudaron a su ascenso, pero también personas capaces, como Carlos Urzúa. ¿Por qué? A estas alturas no hay crítica que valga de gente como él.

Señalar a fanáticos, analistas tibios o facilitadores con el consabido escarnio de quienes gozamos del sarcasmo nos brinda risas al por mayor, pero también permite que otros se den cuenta que esto no es cosa de colores políticos: es un llamado urgente para la recuperación institucional.

Un país inteligente apuesta a ello: a órganos de gobierno eficientes, al seguimiento de leyes y procedimientos, así como a la innovación. Ese es el triunfo de la organización: entes que sobreviven a las personas y garantizan continuidad a las próximas generaciones.

Un país estúpido apuesta a caudillos, a la improvisación en nombre de fantasías nacionalistas o el llamado de la virgen, aprovechando cualquier causa que refuerce ideologías. Hasta el racismo es útil como bandera y habrán de usarlo a través de viris y tenoches para hacerle creer a todos que es una lucha por los rechazados, los olvidados.

No es un tema de colores, ni de piel ni de partidos 

A los únicos que se deben rechazar de forma terminante es a los estúpidos porque se siguen fijando precisamente en eso, en discusiones estériles y trayendo a cuenta temas sin ton ni son. Accionan impulsados por emociones, no por razones. Si no es que por consigna.

Me importa un carajo lo que pasó con Echeverría, el otro López o Salinas. O con Calderón o con Peña. Personalmente jamás tuve un solo problema ni el PRI ni con el PAN, ni lo tendría con Morena o con las siglas que gusten y manden, siempre y cuando fuesen inteligentes en su administración.

Lo que me importa es hoy, que se detenga el avance de los estúpidos, la degradación de las instituciones y los problemas derivados de la negligencia. Primero lo urgente, después lo necesario; luego lo conveniente y al último lo ideal.

Mientras haya orden institucional y órganos autónomos, un verdadero demócrata fluirá bajo cualquier circunstancia. Se necesitan partidos políticos, como también candidatos preparados. Pero hoy, 2021, el llamado urgente es para que decidas si estás a favor de la democracia, las leyes y las instituciones, o si estás con el afán del caudillo en cuyo narcisismo sólo son bienvenidos los mediocres.

¿Quieren elevar el debate? Conversen con amigos y familia, consideren lo que está en juego y participen de forma organizada, como equipo. Y, muy importante, eviten discutir con estúpidos.